En Mallorca se conjugan todos los elementos característicos de una isla mediterránea donde el olivo forma parte del paisaje desde tiempos inmemoriales. Si retrocedemos 2.000 años en la historia, descubrimos como los primeros ejemplares de olivo llegaron a la isla en barcos fenicios y griegos. Más tarde, la cultura musulmana con su avanzada agricultura, se instalaría en nuestras tierras en el siglo IX. Los olivares comenzaron a proliferar y a extenderse por todo el territorio, pero fue con la conquista catalana cuando Mallorca heredó la costumbre de elaborar aceite de oliva para cocinar, incorporándolo para siempre como seña de identidad de nuestra sabrosa gastronomía. De aquellos años proceden los bancales construidos en la costa norte, formando las características terrazas sembradas de olivos. Algunos de aquellos ejemplares, plantados hace más de 700 años, siguen todavía dando frutos de extraordinaria calidad.
El cultivo de aceitunas y la elaboración de aceite de oliva son actividades agrícolas arraigadas en Mallorca desde la antigüedad y conforman un paisaje único en el mundo, el de la Serra de Tramuntana, dibujada por la mano del hombre, donde la naturaleza ha esculpido a lo largo de los siglos, los troncos de olivo convirtiéndolos en verdaderas obras de arte.
El olivar antiguo, formado por miles de olivos centenarios es un monumento natural que da fe del esfuerzo y dedicación de nuestros antepasados por conseguir un producto tan apreciado en nuestros días como es el aceite de oliva virgen extra.
Consumir el auténtico aceite de Mallorca contribuye a la conservación de este bello patrimonio natural y cultural. Oli Moix pretende ser un eslabón más en la invisible cadena que nos une a través de los siglos a una cultura milenaria, la de la obtención del oro líquido, un regalo de los dioses convertido en un privilegio a nuestro alcance.